Por María Cañete Usón
Conducir vehículos a motor es una conducta compleja, aprendida y dirigida a un objeto que requiere la acción integrada del sistema nervioso para poder realizarla.
Podemos diferenciar tres niveles en la tarea de la conducción:
- Nivel operacional: Colocación en la carretera, mantenimiento en el carril, señalización de maniobras, manejo del volante y realización de giros
- Nivel táctico: Cambios de carril, adaptación de la velocidad al entorno y mantenimiento de una velocidad constante, manejo en las intersecciones, mantenimiento de las distancias y comprobación de punto muerto.
- Nivel estratégico: Conocimiento de las normas de la carretera, mantenimiento de la atención, tipo de viaje (ruta y duración) y hora del día en que se realiza.
Estos tres niveles se consiguen gracias a un buen funcionamiento de las funciones cognitivas, como pueden ser la atención, las funciones ejecutivas, la memoria, las habilidades visuoperceptivas y visuoespaciales, etc.
Pero como bien sabemos, con el paso de los años, estas habilidades se ven mermadas en nuestro sistema nervioso y es por ello que tenemos que estar muy atentos en las personas mayores que nos rodean, y en nosotros mismos, a los signos de alarma que se puedan presentar para poner solución a tiempo y evitar futuros accidentes.
Entre estos signos de alarma principalmente se encuentran los siguientes:
- Pérdida de habilidad de la conducción
- Historial de multas o accidentes en los últimos años
- Desorientación en rutas familiares
- Conductas agresivas durante la conducción
- Problemas para calcular las distancias
- Malas estimaciones de velocidad
- No respetar señales de tráfico
- Reacciones tardías durante la conducción
- Necesidad de que otros se involucren en aspectos del viaje
- Falta de seguridad de otros durante la conducción
- Aparición de conductas de evitación situacional (por ejemplo, conducir de noche)
En caso de detectar alguno de estos signos de alarma, lo conveniente sería consultar al médico o neurólogo para que a esta persona se le pudiera realizar una evaluación completa, descartando primero posibles daños orgánicos subyacentes, y así valorar su capacidad para continuar con la tarea de la conducción.
Desde la psicología, en concreto para los psicólogos encargados de los reconocimientos médicos de conductores, se pueden aplicar numerosas baterías completas de tests cuyo objetivo es determinar si una persona se encuentra con las capacidades necesarias para hacer frente a una tarea tan compleja como la conducción de un vehículo a motor, o si por el contrario esas capacidades ya se han comenzado a ver mermadas y es necesario practicar adaptaciones o restricciones en los próximos años o directamente desaconsejar el uso de vehículos.