TEA no es la novia de Wally (la verdadera novia de Wally se llama Wenda). Seguro que ya sabéis qué significan las siglas TEA. Trastorno del Espectro Autista, eso es.
¿Y por qué nos preguntamos dónde está TEA? No se ha perdido… ni es complicado encontrarlo. Podría estar en cualquiera. Podría estar en esa persona que hace cosas que te parecen tan raras, o podría estar en ese niño del cole del que los demás se ríen, en tu hijo pequeño que de repente ha dejado de hablar, o en tu jefa, la que es tan meticulosa y le gusta tener todo tan limpio y ordenado. Incluso podría estar en ti. Sí, en ti.
El autismo no se limita solamente a esas personas que se comportan notablemente de forma diferente o extraña. El autismo es un concepto que en general, la sociedad conoce muy poco porque se piensa que autismo sólamente es la persona con Asperger. El autismo es un espectro, con infinitos grados de afectación. Puede ser simplemente el rasgo más sutil, que se camufla en una persona que habla con todo el mundo, que sale a la calle a pasear, que acude a un gimnasio a hacer ejercicio, o que trabaja en una tienda de cara al público. O puede ser también algo muy notable como los gritos y vaivenes de un niño en un centro comercial, que no soporta el trajín de personas yendo y viniendo, las decenas de sonidos estridentes, y las cegadoras luces de los establecimientos. Podemos tener delante a una persona con autismo durante años y ni siquiera sospechar o darnos cuenta de que tiene un cerebro divergente, que funciona de una forma diferente al nuestro.
La sociedad en la que vivimos está diseñada para personas que funcionan de una determinada manera, y que son mayoría. Pero también existen muchos otros tipos de personas, de cerebros, de inteligencias, de comportamientos, de necesidades.
De lo que quiero que os deis cuenta es de que esas personas no tienen por qué ser tratadas con menosprecio, sino con paciencia y comprensión. Supongamos que entramos en una tienda y el dueño nos dice que por favor dejemos un objeto que hemos cogido en su sitio. Mucha gente pensará: “¡Qué señor tan desagradable, fíjate lo que me ha dicho! ¡Pues que lo recoja él, que para eso le pagan!”. Y ¿no sería mejor simplemente cambiar nuestra forma de pensar y reaccionar? Podríamos acabar con esta situación con una sencilla conclusión como: “ah, tiene razón, estoy desordenando todo”. ¿Os habéis parado a pensar que ese tendero tiene rasgos de autismo y que no puede soportar ver que alguien llega y le cambia las cosas de sitio, que por cierto le ha costado un tiempo colocar? Al fin y al cabo no nos ha atacado, sólo nos ha pedido que dejemos algo donde estaba.
Y entonces, ¿por qué hay que buscar a TEA? No es que haya que buscarla en todas las personas de nuestro alrededor, además no se encuentra más que en una minoría. Pero si comprendemos que existe, que está presente en algunas personas, y que es una condición con la que se nace al igual que el pelo castaño o el gusto por las patatas fritas, seremos más capaces de tolerar y aceptar situaciones cotidianas que no tienen más trascendencia o gravedad que la que le queramos dar.
Seríamos más felices y estaríamos más tranquilos e integrados como sociedad.
Recuerda: busca a TEA, y si la encuentras, dale la mano para caminar juntos.