Por María Cañete Usón
Ante la muerte de una persona cercana, los niños y adolescentes pueden sentirse abrumados e intentar reprimir las emociones dolorosas al ser conscientes del impacto que esta pérdida va a tener en sus vidas.
Algunos incluso pueden reaccionar de forma pesimista e inconformista, mostrándose rebeldes y desafiantes o desarrollando conductas de riesgo. Otros pueden aislarse, pasando mucho tiempo solos o durmiendo. Dado el caso, debemos estar pendientes de que estas conductas no se mantengan en el tiempo, animarlos a expresar sus sentimientos y compartirlos con las personas de confianza.
Hay que animarles también a que retomen su vida y sus relaciones sociales, y ante posibles síntomas que podamos detectar de depresión recurrir a la ayuda profesional.
En concreto, los niños necesitan mantenerse cerca de su familia cuando ocurre un suceso como este, es conveniente no sacarles de su entorno habitual y darles la opción de participar, si lo desean, en los ritos de despedida.
¿Cómo comunicamos la muerte de un ser querido a un niño?
- Hacerlo lo antes posible
- Si existe la opción, los padres deben ocuparse de esto, en caso contrario una persona en la que el niño confíe
- Encontrarnos en un lugar tranquilo, sin interrupciones
- Mantener contacto físico y visual con el niño
- Utilizar frases cortas y palabras sencillas, animarle a que pregunte o cuente lo que ha entendido
- Decir siempre la verdad, adaptada a su edad
- Emplear los términos “muerte” y “morir”, no usar frases como “se ha ido” o “está durmiendo”
- Dejar claros algunos conceptos básicos sobre la muerte:
- Todos los seres vivos mueren
- Cuando morimos no podemos volver a estar vivos nunca
- Cuando morimos el cuerpo ya no funciona
- La muerte tiene siempre una causa física (el niño no ha influido en la muerte ni con su comportamiento ni con sus pensamientos o sentimientos)