Por María Cañete Usón
El 13 de marzo de 1964, un hombre persiguió a Kitty Genovese (Nueva York) y la apuñaló en la espalda. Kitty pidió ayuda, pero sólo una persona gritó que la dejara en paz. El ladrón huyó, pero volvió diez minutos después para continuar agrediéndola, robarla y abusar sexualmente de ella. Este ataque duró en torno a 30 minutos y ocurrió ante al menos 38 personas, quienes a pesar de escuchar los gritos de la víctima no acudieron a socorrerla. ¿Por qué nadie se acercó a ayudar a Kitty? La respuesta está en el efecto espectador.
En 1970, los autores Latané y Darley estudiaron desde la rama de la psicología social la ausencia de ayuda en situaciones sociales de emergencia a raíz de este caso de Kitty y otros similares, el conocido como efecto espectador. Consiste en que cuanto mayor es el número de personas que presencia una situación de emergencia, menor es la probabilidad de recibir auxilio, por lo que hay más probabilidad de ser socorrido si hay una persona que si hay varias.
¿A qué se debe este fenómeno?
Podemos explicarlo a través de varios elementos, uno de ellos es la llamada ignorancia pluralista, que aparece cuando casi todas las personas que componen un grupo rechazan en lo privado una idea pero creen que el resto la acepta, por ejemplo “Si nadie hace nada, es que realmente no pasa nada, aunque yo crea que es una emergencia”.
Otro de los elementos que influye es la difusión de la responsabilidad entre todos los espectadores (“Hay mucha gente, ya habrá llamado alguien a la policía”)
Y por último, la aprensión a la evaluación, que es el miedo a que el resto de espectadores nos juzguen acerca de lo acertado o no de nuestra actuación.