Por María Cañete Usón
Las redes sociales fueron inicialmente concebidas como plataformas para conectar a personas de todo el mundo, permitir el intercambio de conocimientos, compartir experiencias y fomentar la comunicación. Pero, a medida que estas plataformas se popularizaron, también surgió una nueva forma de interacción social: el odio digital. Este fenómeno abarca desde el discurso de odio, la desinformación, el ciberacoso, hasta ataques directos a individuos o grupos por motivos raciales, políticos, religiosos o sociales.
Existen múltiples factores que contribuyen al aumento del odio en las redes sociales. Algunos de los más relevantes son:
- Anonimato y desinhibición: Las personas, al sentirse anónimas detrás de una pantalla, a menudo se sienten libres de expresar opiniones extremas o agresivas sin temor a las consecuencias sociales o legales. Este fenómeno, conocido como desinhibición online, permite a muchos usuarios actuar de manera más hostil o malintencionada de lo que lo harían en un entorno físico.
- Cultura de la polarización: Las redes sociales tienden a promover la creación de burbujas informativas, donde los usuarios interactúan mayoritariamente con personas que comparten sus mismos puntos de vista. Esto crea una polarización de ideas, alimentando la «baja tolerancia a la discrepancia» y el refuerzo de estereotipos sobre quienes tienen opiniones contrarias. En este contexto, el odio se convierte en una forma de defender o imponer una verdad absoluta frente a «el enemigo».
- Contenidos viralizados: El algoritmo de las redes sociales favorece los contenidos que generan altas interacciones, como aquellos que provocan reacciones fuertes (enfadadas, indignadas, sorprendidas), lo que puede llevar a la difusión masiva de discursos de odio, desinformación y polarización. Las personas tienden a compartir contenido que refuerza sus creencias, sin verificar la veracidad de la información, contribuyendo a la expansión del odio y el temor hacia los demás.
- Falta de responsabilidad: La impunidad de los usuarios en las redes sociales, ante la posibilidad de que sus acciones no tengan consecuencias directas, alimenta el odio sin la necesidad de asumir las repercusiones de dichos actos.
¿Qué consecuencias psicológicas puede tener?
- Aislamiento y ansiedad social: La constante exposición a comentarios hostiles puede generar ansiedad social, miedo o incluso parálisis emocional, dificultando la interacción en plataformas sociales y afectando la autopercepción.
- Desensibilización y desconfianza: Las personas que se exponen de forma constante a discursos de odio pueden volverse desensibilizadas, percibiendo la agresión como algo cotidiano y normal. Esto puede generar un entorno de desconfianza generalizada.
- Polarización emocional y mental: La exposición constante al odio en línea puede intensificar la polarización de creencias, lo que refuerza las divisiones y disminuye la capacidad de dialogar y llegar a acuerdos. El constante conflicto y la confrontación emocional pueden resultar en una visión más radicalizada de la realidad, donde «nosotros» estamos siempre en lo cierto y «ellos» son los enemigos.
- Efectos en la autoestima: Para aquellos que reciben ataques constantes en las redes sociales, la autoestima y la identidad personal pueden verse gravemente afectadas. El juicio de los demás, cuando se convierte en agresión y odio, puede dañar la percepción que la persona tiene de sí misma, afectando su bienestar emocional.