Por María Cañete Usón
Hablamos de que una persona padece el síndrome de Peter Pan cuando se ha quedado anclada en la infancia, tiene miedo a crecer y a aceptar los roles que por su edad le corresponden, lo que afecta directamente a su vida cotidiana, tanto social como laboral.
Son personas que necesitan sentirse protegidas por los demás, por lo que no pueden desarrollar correctamente el rol de protección hacia otros (padre, pareja, etc), incapacitándoles para la vida tradicional y propiciando sentimientos de soledad y dependencia. Se da más en hombres que en mujeres, y se manifiesta con altos niveles de ansiedad y depresión cuando no es tratado.
Estas personas se sienten poco realizadas con su vida, puesto que al no asumir responsabilidades, no disfrutan de los restos que derivan de estas y esto perjudica gravemente su autoestima.
Existen muchas teorías sobre el origen de este síndrome, pero quizás una de las más aceptadas sea que estas personas han tenido una infancia muy tolerante, donde los padres no han ejercido ninguna autoridad sobre ellos y han hecho lo que han querido. Por ello, nadie les ha dicho “no” y no conocen la frustración ni la exigencia.