Por María Cañete Usón
Seguramente os suene Sigmund Freud, médico austriaco considerado el padre del psicoanálisis, cuyo objetivo es trabajar con el inconsciente para hacer conscientes problemas y traumas que existen y empezar a cambiarlos para ayudar al paciente.
Pues bien, los conceptos “Ello, Yo y Superyó” son fundamentales en la teoría del psicoanálisis de este médico, donde postuló la existencia de un aparato psíquico dividido en tres instancias (Ello, Yo y Superyó). Estos conceptos también son conocidos como Id, Ego y Superego, que se utilizan de manera indistinta.
Vamos a ver unas pinceladas de cada una de estas instancias:
- El Ello (Id): Es el núcleo de nuestro ser, como lo llama Freud. Es inconsciente, sin contacto con el mundo exterior, y nos sería incognoscible si no fuera por la mediación de otra instancia (el Yo). Se rige por el principio del placer y consiste en la expresión psíquica de las pulsiones y deseos. Está en conflicto con el Yo y Superyó. Es la parte más primitiva, su contenido concierne a lo heredado e innato.
- El Yo (Ego): Es la instancia psíquica mediadora entre las otras dos que creemos conocer mejor. Intenta conciliar las exigencias normativas y punitivas del Superyó así como las demandas de la realidad con los intereses del Ello por satisfacer deseos inconscientes. La defensa es una de sus competencias y gran parte de su contenido es inconsciente. Mientras que el Ello solo se preocupa de la obtención del placer, al Yo corresponde tomar en consideración la seguridad y velar por la autoconservación del individuo mediante la evitación, el dominio y la cancelación de los estímulos procedentes del exterior, así como también a través del sometimiento de los reclamos pulsionales provenientes del Ello, respecto de los cuales deberá determinar si ha de satisfacerlos o sofocarlos. Este “examen de realidad” que realiza el Yo deja de operar durante el sueño.
- El Superyó (Superego): Instancia moral, enjuiciadora de la actividad del Yo. Constituye la internalización de las normas, reglas y prohibiciones parentales, así como los pensamientos morales y éticos recibidos de la cultura. Es la parte que contrarresta al Ello. Consta de dos subsistemas, la conciencia moral, que se refiere a la capacidad de autoevaluación, la crítica y el reproche; y el ideal del Yo, que es una autoimagen ideal formada por conductas aprobadas y recompensadas. No está presente desde el principio de la vida del sujeto.