Tras los días cálidos del veranito, muchos de nosotros tenemos el “mono” de subir a realizar una tirada larga por la montaña, sin calor extremo. Se suele ver grupitos de corredores en las montañas, buscanlos beneficios de la altitud. Se entrenan arriba para mejorar sus capacidades.
Puede que su seas un corredor como nosotros, Equipo Pedrola Trail, que no contamos con grandes alturas cerca de nuestra comarca. Esta carencia la suplimos entrenando por el monte, utilizando trialeras, pistas, barrancos etc. Aunque algunos de los entrenamientos que realizamos (y realizaremos) tienen como decorado las montañas, ya sea la zona del Parque del Moncayo, como las cumbres del Pirineo.
Sabemos que a más altura, menos oxígeno. Es decir, que los pulmones deben abrirse más. Se eleva la capacidad de transportar sangre, lo que aumenta el flujo de glóbulos rojos.
Los efectos son positivos, en particular cuando abandonamos las alturas para reincorporarnos a la vida diaria al nivel del mar. El cuerpo rinde más con menos esfuerzo.
En una persona normal, los glóbulos rojos ocupan el 40% de la sangre, aproximadamente. El trabajo en altitud eleva la capacidad de generar glóbulos rojos en un 10 o un 20%. Así, la capacidad de transporte de oxígeno de la sangre también aumenta. Estamos multiplicando la capacidad de esfuerzo durante un ejercicio aeróbico prolongado.
Técnicamente la cantidad de glóbulos rojos es importante, sobre todo en deportes de resistencia. Muchos deportistas de otras disciplinas (ciclistas, Triatletas, etc.), realizan entrenamientos buscando la altitud para reforzar sus capacidades.
El oxígeno se transporta desde los pulmones junto a la hemoglobina, sustancia que viaja en los glóbulos rojos. A más glóbulos rojos, más oxígeno puede transportar el cuerpo.
En contraposición existen ciertos riesgos si hablamos de grandes cambios de altitud. De mucha altitud o mucho tiempo expuesto a estos ambientes. Porque a mayor tiempo en altitud, más aumenta el número de glóbulos rojos, lo que puede llegar a espesar la sangre si se alarga el entrenamiento en el tiempo apareciendo posibles problemas cardiovasculares.
Existe un riesgo que puede aparecer por encima de los 2.000 metros, que es la hipoxia o denominados Mal de altura. Esta falta de oxígeno sobre el sistema nervioso puede tener consecuencias irreversibles sobre el cerebro y algunos órganos.
Los síntomas de la hipoxia no aparecen de golpe sino que son progresivos. Primero surge una especie de euforia de sensación, creemos que podemos con todo, que no hay peligro. Después se entumecen los músculos, algunos órganos, aparece un cansancio extraño, pesado. Y al final podemos hasta perder el conocimiento.
Según los expertos, por cada metro de más en el que entrenas, el ritmo de trabajo decrece en un 2%. Esto quiere decir que el ritmo baja cuando corremos en la montaña. Porque después, si decidimos competir al nivel del mar, el rendimiento aumenta de forma exponencial: el ritmo puede mejorar en unos 10 a 20 segundos por cada kilómetro fácilmente. Y sin aumentar el rimo cardíaco.
Estos mismos expertos nos recomiendan, para mantener ese nivel una vez hemos descendido en altura, que incorporemos a nuestra alimentación los ingredientes ricos en hierro, los cuales nos ayudarán a mantener altos los niveles de glóbulos rojos en la sangre.
Espinacas, frutos secos, semillas y lentejas son algunos de los productos cuyo consumo nos vendrá de perlas.
Ánimo, muchos kilómetros en altura y a comer espinacas como Popeye….
Fran Castro
Equipo Pedrola Trail