Por María Cañete Usón
Morderse las uñas, una manía muy difícil de erradicar y que produce muchos dolores de cabeza a muchos padres que se cuestionan si tendrá solución en sus hijos, sobre todo después de haber probado varias técnicas o incluso utilizar líquidos en las uñas y no haberlo conseguido.
La respuesta es sí. De hecho, si hemos aprendido a mordernos las uñas, también podemos “desaprenderlo”.
Y es que este hábito es bastante común, se desarrolla en algunos niños y en muchos casos se mantiene en adultos, más o menos un 25% de los adolescentes lo mantienen y un 10% de los adultos.
La conducta de morderse las uñas (llamado en psicología “onicofagia”) es muy repetitiva y raya lo obsesivo. Solemos asociar este hábito con el aburrimiento o el nerviosismo, de hecho durante los periodos de estrés se llega a agravar. Se puede desencadenar por angustia, por ansiedad, por estrés…
En los niños, en concreto, puede darse la situación de que se muerdan las uñas por imitación, hay que recordar que observan a sus adultos más cercanos e imitan sus conductas, al interpretar que son socialmente aceptables.
Uno de los tratamientos más comunes para solucionar este problema (a parte del anteriormente comentado líquido de mal sabor en las uñas) se enfoca en darle a esa persona las herramientas necesarias para que pueda resistir el impulso de morderse las uñas en diferentes situaciones, de esta manera muchos pacientes consiguen erradicar esta conducta de forma permanente.
Pero, es conveniente ir más allá y descubrir la auténtica raíz del problema, analizar qué factores del entorno del niño o el adulto contribuyen a ese estrés o angustia que le lleva a morderse las uñas, ya que suele tener un trasfondo emocional, y sobre todo, actuar lo antes posible para evitar que perdure en el tiempo y sus consecuencias para la salud.