Hoy Simón anda un poco meditabundo al salir de clase. No es como la mayoría de los días en los que está exultante pensando en toda la tarde que le queda por delante para entrenar con su equipo o construir algún invento electrónico de esos que tanto le gustan. Se podría pensar que esas nubes oscuras y plomizas que amenazan tormenta en pleno mes de abril puedan tener algo que ver, pero no: la Filosofía es la culpable. En clase les han mandado hacer un trabajo que consiste en reflexionar sobre la obediencia y la desobediencia y claro, no sabe qué poner.
<< Total>>, piensa, << si la Filosofía no sirve para nada. Bastante tengo yo con obedecer a mis padres…>>
Llega a casa con esos pensamientos en la cabeza y se encierra en su cuarto. Después de revisar su correo electrónico para ver cuándo llegarán esos procesadores tan baratos que ha comprado en un portal chino de electrónica teclea las palabras mágicas: GOOGLE y, después, busca algún filósofo que haya tratado el tema. Inmediatamente inundan el monitor decenas de entradas sobre el clásico griego y padre de la ética, Sócrates. Según este filósofo las leyes deben ser obedecidas no solamente porque un Estado así lo establece sino porque son valiosas para la sociedad. Una persona no puede dejar de obedecer las leyes por estar en desacuerdo con ellas. La obediencia a las leyes es un deber para todos e incluso cuando éstas se vuelven contra nosotros. La obediencia es un acto recíproco para con la Sociedad y a sus normas en tanto en cuanto ellas nos otorgan protección. No debemos contestar a una injusticia con otra injusticia.
Mientras Simón transcribe al papel lo que dijo Sócrates allá por el siglo V antes de Cristo le viene a la cabeza algo que han estudiado en clase de Historia, alguien que desobedeció para encender la chispa de una causa justa… ah si, ya recuerda, Rosa Parks, ¿qué habría sido de los derechos civiles de las personas de color si Rosa Parks no se hubiera sentado en aquel asiento destinado a los blancos de aquel autobús americano de la Alabama racista de 1955? Rosa fue encarcelada, pero desató una corriente generalizada de aceptación de su causa que ya no cesaría. Así pues, hasta qué punto la desobediencia es justa y cuándo se convierte en un acto egoísta es un tema difícil de juzgar.
Otro filósofo, Thomas Hobbes, dijo que “el hombre es un lobo para el hombre” así que según esta premisa será positivo un alto grado de obediencia en la sociedad para que la convivencia sea más fácil. Pues sin normas y obediencia de rebaño nos devoraríamos unos a otros: como lobos.
En contra de estas visiones que podían defender la obediencia al sistema, tenemos a lo largo de la historia movimientos filosóficos y sociales cuyo objetivo es la abolición del Estado y cualquier forma de autoridad y control social. Dichos movimientos apelan a la libertad individual de las personas y a la justicia social. Grupos como los objetores o insumisos al cumplimiento del servicio militar durante los años noventa podrían parecer justos, pero ¿Qué pasaría si todo el mundo hiciera lo mismo?, ¿podría suceder que a esas corrientes se sumaran “jetas” que sin ideas ni convicción propia se quisieran aprovechar?
También recuerda Simón una conversación de patio , el otro día, en cuadrilla hablaban del aborto y de la desobediencia, justificada para algunos e inadmisible para otros, de los médicos antiabortistas que por convicciones morales no quieren realizar dichas intervenciones. ¿Puede una ley obligar a alguien a acabar con lo que para él es una vida aun cuando esto vaya en contra de lo más profundo de sus principios?
Simón casi se está mareando con tanto pensamiento profundo y se toma un descanso para merendar. Desde la cocina oye a su padre aparcando el tractor en el almacén después de una larga jornada en las carreteras. Pero claro: << ¡cómo no lo habré pensado antes!>> ¿Acaso no es desobediencia lo que están haciendo los agricultores para luchar por una causa justa que les permita subsistir? No será justo o, por lo menos, razonable desobedecer para devolver la dignidad a un colectivo que, cada vez más, es el guardián de aquello que comemos y bebemos. O es que hay que obedecer a ojos cerrados a aquellos que le dan diez veces más a quien comercia con lo que al agricultor tanto le cuesta plantar y recoger solo por llevar un traje y una corbata y las manos suaves y sin surcos, surcos como esos que jalonan los campos.
No seré yo, ni mi vecino, ni el vecino de mi vecino quienes podamos decidir hasta qué punto la obediencia o la desobediencia son buenas o malas. Habrá que confiar en los sistemas de control que nos hemos procurado, como la democracia, la justicia, las fuerzas de seguridad, etc.; para que hagan o cumplan con ese papel que a nosotros nos viene tan grande y habrá que dejar también la posibilidad de desobedecer a aquellos que, libremente, y con espíritu crítico lo quieran hacer ateniéndose a las consecuencias.
Por fin Simón ha terminado y se irá a la cama contento, además sus microprocesadores llegan mañana y podrá terminar un robot que, ese sí, le va a obedecer siempre, siempre que tenga pilas, claro. También su profesora, Rosa se llama, ¡qué casualidad ¡, se pondrá contenta mañana, cuando lea el trabajo de Simón, porque habrá sembrado la semilla del pensamiento crítico en su mente y aunque nadie tenga la verdad absoluta, asignaturas como la Filosofía, de esas letras tan denostadas actualmente, sirven para pensar y razonar nuestras decisiones. Dejemos pues que sea la historia la que ponga a cada cual, a Rosa y a Adolf por ejemplo, en su lugar. No juguemos a ser Dioses sino hombres, hombres pensantes, hombres enamorados.
Simón Violadé Gil y José María Gomá Alonso para el Ribereño Digital.