Por María Cañete Usón
El hambre es una señal natural del cuerpo que nos indica la necesidad de obtener nutrientes para mantener nuestras funciones vitales. Sin embargo, no siempre que sentimos ganas de comer es debido a una necesidad fisiológica. A menudo, nuestras emociones pueden desencadenar el deseo de comer, incluso cuando no necesitamos comida. A esto se le llama hambre emocional.
¿Qué es el hambre física?
El hambre física es la forma en que el cuerpo nos alerta de que necesita energía. Es un proceso biológico que surge de la necesidad de nutrientes para mantener las funciones del cuerpo, como respirar, caminar y pensar. Algunas características del hambre física son:
1. Progresivo: El hambre física aparece de forma gradual. Comienzas a sentirte ligeramente hambriento, y esta sensación se intensifica con el tiempo si no comes.
2. Específico de nutrientes: A menudo el cuerpo tiene un antojo de alimentos específicos, como proteínas o carbohidratos, según lo que necesita para reponer energía.
3. Signos físicos: El hambre física viene acompañada de señales físicas, como un estómago vacío, gruñidos o incluso debilidad y falta de concentración.
4. Desaparece al comer: Una vez que comes, esta sensación desaparece, y es probable que te sientas satisfecho después de una comida balanceada.
¿Qué es el hambre emocional?
El hambre emocional, en cambio, está relacionada con las emociones. En lugar de ser una respuesta a la necesidad fisiológica de nutrientes, es una forma de lidiar con sentimientos como el estrés, la tristeza, la ansiedad o el aburrimiento. Algunas características del hambre emocional incluyen:
1. Repentino: A diferencia del hambre física, el hambre emocional aparece de forma repentina. De repente, sientes una necesidad urgente de comer algo específico.
2. Antojos específicos: El hambre emocional se manifiesta a menudo en forma de antojos de alimentos específicos, generalmente ricos en azúcar, grasas o sal, como chocolates, helados o comida rápida.
3. No satisface el hambre real: Comer en respuesta al hambre emocional no suele aliviar la sensación de hambre a largo plazo. Incluso después de haber comido, puedes sentirte insatisfecho o culpable por haber comido.
4. Emociones como desencadenantes: Factores como el estrés, la soledad, la frustración o el aburrimiento suelen ser los principales responsables de desencadenar el hambre emocional.
¿Cómo gestionar el hambre emocional?
Identificar si estás experimentando hambre emocional o física es el primer paso para gestionar estos impulsos. Aquí algunos consejos para diferenciar y lidiar con el hambre emocional:
1. Haz una pausa: Si sientes una urgencia repentina de comer, haz una pausa. Pregúntate si realmente tienes hambre o si algo emocional está sucediendo. Identificar la fuente de tu deseo de comer puede ayudarte a evitar comer innecesariamente.
2. Escribe un diario emocional: Llevar un registro de tus emociones y patrones de alimentación puede ser útil para identificar qué emociones desencadenan tu hambre emocional. De esta manera, puedes empezar a buscar formas alternativas de gestionar esas emociones.
3. Busca alternativas saludables: Si sueles recurrir a la comida para lidiar con tus emociones, intenta encontrar alternativas. Hacer ejercicio, practicar la meditación, escuchar música o hablar con un amigo pueden ser estrategias más saludables para gestionar tus emociones.
4. No te castigues: Si caes en el hambre emocional, no te castigues. Acepta que es parte de un proceso y trabaja en mejorar tu relación con la comida poco a poco.