Buenos días, soy Bárbara Teixeira. Hoy vengo a demostrar que después de algunas caídas, no te puedes levantar. Pero no porque te has rendido, o porque hayas perdido, sino porque has ganado y esa es la consecuencia.
Culturalmente, a lo largo de las generaciones, las personas se han visto reprimidas hasta el punto de sentirse culpables de ser felices. Irónico, porque socialmente, se nos dice que nuestro objetivo en la vida es alcanzar la felicidad. ¿Es eso siquiera posible? ¿Se puede alcanzar la felicidad y que esta sea la constante que marca nuestra vida siendo tan solo una emoción entre tantas otras?
Para entender lo que estoy explicando, quiero contaros una historia. Pero para ello tengo que explicaros el concepto de mito. La mitología, como predecesora a la religión, era usada para explicar a la sociedad acontecimientos naturales que no eran capaces de entender. Como por ejemplo, las estaciones. Por otro lado también era empleada para adoctrinar a la sociedad. Cada mito tenía una moraleja, y de cierta manera, estos pretendían reprimir a la población culpabilizando y reprimiendo de las emociones más positivas.
A mí siempre me han gustado las historias, en particular me fascinaba escuchar sobre Ícaro.
El mito cuenta la historia de Dédalo, constructor del laberinto de Creta, y su hijo, ambos atrapados en la isla de Creta reinada por Minos. Queriendo escapar de la isla que los mantenía prisioneros, el arquitecto dedicó su tiempo a construir alas para él y para su hijo. La única opción era salir volando. Ambos un día lo consiguieron. Aprendieron a volar. Huyeron de la isla. Con una única petición sobre el menor de los dos: “no vueles muy alto, o las alas se quemarán”. Cruzaron islas; Samos, Delos, Paros, Lebintos, Calimna. Hasta que Ícaro quiso probar sus límites. No escuchó a su padre y echó a volar. Las alas de cera se derretían cuanto más se acercaba al sol. Cayó por su propia ambición. Sin alas, aterrizó en el mar Egeo, donde se ahogó. Su padre lamentó su pérdida pensando que si lo hubiera escuchado hubieran llegado juntos a Sicilia donde el Rey Cócalo acogió a Dédalo. La isla que se encontraba cerca de donde murió Icaro pasó a llamarse Icaria en su honor.
Contada así, Ícaro es el culpable de su propia muerte. No hizo caso de las advertencias y su muerte fue la consecuencia, el castigo. Su acto fue imprudente e irresponsable. Demostrando que alcanzar la felicidad es castigado. Y que esta nunca se alcanza sin consecuencias y peligros.
Para mí, Ícaro es un ejemplo. Él sabía lo que pasaría si volaba cerca del Sol y, aun así, quiso hacerlo. Volar cerca del sol era un premio para Ícaro, su felicidad, el que haya caído era el precio. Pero eso nunca le impidió luchar por lo que él deseaba. Icaro me demuestra que si tienes claro a donde quieres llegar todo lo demás no importa. Únicamente deberíamos centrarnos en esa felicidad, porque las emociones cambian. Y debemos disfrutar de los. Buenos momentos aunque los siguientes no lo sean.
Icaro se cayó, y no se levantó porque había alcanzado su tope de felicidad. Su caída no fue un castigo, ni él perdió en su vida. Hizo lo que deseaba en su momento y por ello debería ser admirado. La felicidad es demasiado efímera como para dejar de hacer lo que deseamos por sus consecuencias. Gracias.