CAPÍTULO 1: EL ENCUENTRO
Una mañana de Julio apareció. Perdida, desmadejada, daba vueltas sin rumbo buscando un lugar donde meterse. Todas las formas y curvas que, en condiciones normales, hoy en día le confieren cierto porte y belleza habían sido limadas por una profunda tristeza. El pelo sucio, largo y desgreñado, las orejas gachas y el rabo cortado. Los ojos, bueno … ese día no nos fijamos en sus ojos. Ella aún no lo sabía, pero se iba a llamar Kira y aquel había sido el día más afortunado de su vida. En casa empezarían unos días de discusiones, de pensar en que hacíamos con ella y si era factible que se quedara con nosotros en las condiciones que le podíamos ofrecer, pero sin lugar a dudas, lo más difícil era convencer a uno de los miembros de la familia, ese que según el dicho popular es el que come huevos. Había que convencer al padre de familia porque si algo teníamos claro es que a ese barco nos teníamos que subir todos. Así pues Kira que, como a estas alturas de la historia ya habréis adivinado, se trata de una perrita que nos encontramos una calurosa mañana de hace cuatro veranos, había pasado del infierno a un temporal purgatorio y su destino final aún no estaba decidido.
CAPÍTULO 2: EL FLECHAZO
La familia estableció un periodo de reflexión en el que se vería que hacer con la mascota. Había posibilidad de alojar a Kira en un lugar que si bien no era la residencia habitual de la familia ofrecía unas condiciones adecuadas para su estancia, aunque adolecía de lo más importante para un animal “de compañía “… LA COMPAÑÍA. En este punto entra en escena M, lo llamaré así ya que quiere mantener su anonimato, pero fue él quién se comprometió a que Kira estuviera bien cuidada durante este eventual periodo. El compromiso era claro, M debía ir a atender a Kira 2 o 3 veces al día y para ello cruzaba la villa en su patinete mañana tarde y noche para encontrarse con ella emulando de alguna manera al Elliot de E.T que cuidaba del particular “alienígena “que acababa de aparecer en su vida. (para nacidos en el siglo XXI esto es una referencia a la película E.T de Steven Spielberg). Supongo que sería en uno de esos viajes en los que un M de 14 años acudía a su cita con el can cuando la flecha de un Cupido mitad perro mitad hombre lo alcanzó.
CAPITULO 3: COGIENDOSE CARIÑO
Que el roce hace el cariño ya lo sabemos y M y Kira rozaron mucho durante bastantes meses; el compromiso se iba cumpliendo y la perra también empezó a ver en M a su alter ego, a su dueño y al humano con el que quería estar porque no le hacía nada malo sino todo lo contrario. Ella también se estaba enamorando. A todos los sitios donde íbamos, Kira no se separaba de sus pies y únicamente obedecía sus órdenes. Mientras tanto en la familia se seguía buscando una solución definitiva para el animal ya que esta era provisional y no podía alargarse en el tiempo. Se cernían pues nubarrones de incertidumbre sobre la nueva relación.
CAPÍTULO 4 : INSTINTO Y AMOR INCONDICIONAL
Como un Sidartha ribereño andaba yo pensando un día en que lo que yo veo en los ojos de Kira, que por cierto son de un color ambarino que le da cierta personalidad y también cierto toque de fiereza, e identifico como amor incondicional otras personas lo llaman instinto. A las personas que defienden lo segundo no les quitaré razón pero, ya que Kira no nos cuenta lo que siente , quiero pensar que existe cierto vínculo entre el animal y el humano más allá del instinto de supervivencia que hace que los animales que son seres sociales quieran estar siempre con el que les trata bien y lo quieran cuidar y defender. ¿No es eso el amor?. Mientras cavilaba en estas cosas se me ocurrieron otros ejemplos en los que el instinto sí que ha sustituido al amor incondicional. ¿Acaso los políticos (sobre todo los nacionales), que deberían profesar un amor incondicional por las personas a quienes sirven y les han puesto en la poltrona, no están cada vez más cerca de un instinto de supervivencia que les hace caer en las incongruencias más supinas y en los errores más garrafales? ¿Acaso algunos padres y madres no han sustituido lo que debería ser un amor incondicional para con sus hijos por un instinto asesino que les hace tratarlos mal para perjudicar así a sus parejas? Algún caso más se me ocurre, pero debo ir acabando mi historia.
CAPITULO 5: AMORES PERROS EN LA RIBERA
Antes de concluir os contaré que también tenemos quien se preocupa por luchar contra el abandono y maltrato animal en nuestra comarca. Concretamente PATICAS, una pequeña protectora de animales ubicada en Alagón y que, desde su fundación en 2015 ha rescatado y devuelto la dignidad a unos 200 animales. Tienen página web y en el mail paticasriberadelebro@gmail.com os resolverán cuantas dudas podáis tener.
CAPÍTULO 5: EPÍLOGO
Mi historia tiene un final feliz puesto que con el tiempo Kira y la familia pudieron vivir juntos. Habían pasado unos años y M ya era adolescente y aunque por supuesto no dejó de quererla, ya sabéis que los adolescentes tienen más repartidos sus amores. El testigo lo cogió la familia y el vínculo siguió intacto. Entraron en juego otras letras, E con sus atenciones y N con su cariño infinito e incluso y contra todo pronóstico aquel padre que, hoy en día, estaría dispuesto a dejar de comer huevos para que Kira moviera contenta el medio rabo que le queda en señal de agradecimiento y que se ha decidido a contaros una historia de esas que acaban diciendo: “y fueron felices y comieron perdices”.
José María Gomá Alonso para el Ribereño Digital