El pasado 19 de septiembre, se cumplían 14 años desde que nos dejó José Antonio Labordeta. Hombre polifacético. Cantautor, escritor, profesor y político. Hoy, por deformación profesional, me quedaré con esta última ocupación…
Siempre he admirado la figura de Labordeta y no me quiero centrar en este artículo en las anécdotas que todos conocemos y que se citan siempre que se le recuerda. Pondré el foco en su legado y en el mensaje que nos dejó sin ni siquiera pretenderlo.
Labordeta no fue un político normal. Y visto lo visto, hay que considerar eso como un cumplido, casi como el mayor de los piropos. Ya que si lo normal es lo frecuente y lo frecuente es lo que abunda, todos y todas vemos el desolador panorama a nuestro alrededor.
A los políticos les suele gustar mucho que digan sobre ellos cosas como: “qué preparado está”, “qué válido es”, “tiene una gran capacidad” … ¡Y oye! Eso está estupendo. Lo que seguro que no les gustaría tanto sería que se refiriesen a ellos o a ellas diciendo: “no es normal”. Y, sin embargo, yo veo ese concepto similar a “excepcional”, “insólito”, “inusual”, “inaudito”; incluso “sorprendente” …
Eso era José Antonio, sorprendente. Porque lamentablemente, causa sorpresa alguien que entra en política para servir y no para servirse. Sorprende que el único ascenso que buscó era el de subir a sus amados Pirineos de vez en cuando. Nos dejaba ojipláticos que hablase tan claro en un mundo lleno de eufemismos y de medias verdades. Nos quedábamos con la boca abierta cuando recitaba poesía desde una tribuna frente a tanto encorbatado de cálidas nalgas. En definitiva, nos dejó perplejos cuando vimos que su mochila portaba lo mismo en su interior antes y después de pasar por la política.
Y aquí estamos algunos, metidos en política, sabiendo que nunca le llegaremos ni a la suela de los zapatos y esperanzados en saber irnos de aquí con la mitad de dignidad con la que él se despidió.
El día que se acabe mi etapa como servidor público, tengo por seguro que marcharé insatisfecho, siendo consciente que dejo muchas cosas por hacer y otras sin terminar… Ahora bien, lo que sí me complacerá será haber contribuido a hacer realidad un Centro Cívico en Pinseque que lleva el nombre de José Antonio Labordeta, y que, además, se construyó rehabilitando las antiguas casas de los maestros. En definitiva, eso fue él, un maestro.
Salud y feliz otoño ribereños/as…
Josi de Pinseque