Leo a Nuria y a David, lo que quedó después de que le pusieran puertas al campo, y entre los dos me traen a este texto. Que importante es la lectura para seguir escribiendo, o para empezar a hacerlo, cuenta el segundo, y precisamente así, leyendo, surge mi tema de hoy. Escribió Nuria hace unos días sobre la película titulada “la sociedad de la nieve “y sin yo saberlo, ni ella, me regaló este texto que escribo ahora. Me regaló el tema y la curiosidad por conocer en profundidad el hecho que en la cinta se recrea y que, aunque archiconocido, muchas veces queda en una charla sobre la antropofagia o en preguntar a qué sabe la carne humana cuando lo realmente importante es la sociedad que esos chicos formaron allí, en la nieve. Hoy escribo sobre las sociedades. Dios y el hombre, lo divino y lo humano.
La película firmada por el director español J.A Bayona nos cuenta el accidente del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya el 13 de octubre de 1972 que tras partirse al impactar contra los filos de la cordillera de los Andes quedó atrapado en el glaciar del Valle de las Lágrimas (Argentina). De las 45 personas que embarcaron en Montevideo solo 16 regresarían con vida tras 72 días de lucha y supervivencia y la peli nos relata o, mejor dicho, nos mete de lleno en las cabezas de todos ellos, de los que sobrevivieron, y de los que allí quedaron también.
Te hace sentir la esperanza por el rescate, la desolación, la fuerza que sale de la flaqueza y la unión de los chavales. Sientes como ante la frustración de un rescate que se suspende se ponen en marcha y crean su SOCIEDAD. Y es que este texto va de la necesidad de las sociedades ante los retos que son verdaderamente importantes. Y qué puede haber más importante que la vida. En alguna entrevista les han preguntado por Dios (eran alumnos en un colegio religioso) y pareciera que el periodista buscara un reniego de un Dios que pudiera haberlos dejado de lado. Pues bien, muchos sintieron la presencia divina allí arriba, supongo que como algo a lo que aferrarse y como asidero de esperanza, y no renegaron de él, pero otros cambiaron a Dios por el hombre. Porque allí arriba solo había seres humanos. Y fue una siniestra comunión que los muertos brindaron a los vivos la que permitió que los dieciséis volvieran con vida. El hombre salvó al hombre, nunca mejor dicho. Una sociedad que se formó desde la unión, pero sin obligar a nadie a nada… absolutamente a nada.
En cuanto al director de la película, J.A Bayona, también tenía un gran reto por delante. Contar una historia que fue muy conocida y cuyos protagonistas siguen hoy con vida. Contarla tal cual fue, pero también con el respeto que merecen cada uno de los seres humanos que subieron al avión aquel jueves 12 de octubre de 1972. Desde la elección de los actores hasta el trabajo actoral con ellos esta película ha sido también la historia de formar una sociedad en la que actores y protagonistas reales de lo que fue llamado “el milagro de los Andes” han experimentado una bonita comunión. Solo así se consigue ese realismo y sensibilidad y solo así, en estos tiempos de velocidad y acción, una película de las que los profanos llamamos “lentas” te cautiva y te paraliza frente a la pantalla. Algunos de los supervivientes han declarado que nunca se fueron de allí, de ese glaciar de las lágrimas, de ese fuselaje destrozado, de esas maletas desperdigadas y de esos cuerpos escondidos entre la nieve y también que durante 72 días estuvieron vivos y muertos a la vez. Muertos para todo un país que suspendió el rescate dándolos por definitivamente perdidos y vivos allí en la nieve luchando por hacer agua, resistir al frío y alimentarse. Que la sociedad de actores comprendiera e hiciera suyos estos pensamientos habrá sido, seguro, fundamental para el éxito de la película. También el narrador elegido y la forma de contarnos la epopeya encierra una historia de vida y muerte trágicamente maravillosa.
Y por último pienso en los retos a los que se enfrenta ahora el ser humano en el mundo y en la necesidad de crear sociedades que los puedan enfrentar. Se que es una utopía y algo demagógico proponerlo, siquiera pensarlo, pero nos hacen falta SOCIEDADES en el mundo: en Oriente Próximo, en Sudamérica, en la Norteamérica profunda de seres desheredados y desarraigados, en nuestra España, … o de quien sea. Y obviamente los líderes son importantes. Seguramente entre los chavales del accidente los hubo, pero nada se consigue si detrás de ellos no hay un grupo, una sociedad. ¿la sociedad de la esperanza podríamos llamarla? ¿Quién se atreverá a hacer esa película?
Seguramente ni tu ni yo lo haremos porque estamos demasiado bien, porque nosotros no lo necesitamos, porque cuesta mucho esfuerzo, porque no nos hemos enfrentado a situaciones de vida o muerte, de posguerra, … pero, a partir de ahora, siempre que sobrevuele una cordillera nevada pensaré en todas las sociedades que no son en el mundo, que no fueron y que no serán y en la falta que hacen.
José María Gomá Alonso para Ribereño Digital.