En España hay 37 millones de usuarios en las redes sociales, lo que equivale al 80% de la población. De este 80%, el 93%, son adolescentes.
¿Nos hemos parado a pensar qué riesgos supone? La adolescencia es un periodo muy importante en nuestro desarrollo emocional y psicológico. Es por esto que hace falta advertir de los grandes impactos que pueden llegar a tener las redes sociales en nosotros, porque nos pueden afectar en nuestra salud mental.
Está claro que las redes sociales forman parte de nuestras vidas. Todas sabemos qué es Facebook, Twitter o Instagram ya que han cambiado por completo nuestra forma de relacionarnos. Todas estas plataformas generan algoritmos a medida que navegamos en ellas. Para las que no sepáis lo que es, un algoritmo es un conjunto de normas de programación cuya función es mantenernos conectados a las plataformas el mayor tiempo posible. ¿Cómo consiguen esto? Predicen el contenido que creen que nos gusta basándose en el almacenamiento de nuestros datos y nos lo muestran.
Damos toda nuestra privacidad a las aplicaciones y es peligroso. Creo que todas hemos visto en las historias de Instagram en verano dónde veraneaba la gente o dónde se iban de fiesta. No somos conscientes de dónde ni a quién pueden llegar nuestras publicaciones. En el momento que compartimos un lugar o cualquier información personal estamos proporcionando un pequeño trozo de nuestra privacidad. Da miedo, ¿verdad?.
Hablando de compartir fotos, ¿Habéis escuchado alguna vez hablar sobre el FOMO? Son las iniciales de fear of missing out, es decir, miedo a perderse algo. Esto sobre todo ocurre en Snapchat. Es un tipo de ansiedad social que surge de la constante necesidad de revisar las redes sociales y estar conectados. Los jóvenes que lo padecen intercambian fotos y vídeos constantemente ya que si no lo hacen sienten que se están perdiendo cosas. Los adolescentes pierden su privacidad por pánico a que se pierdan un concierto o cualquier evento social, les provoca ansiedad. Como veis, cuanto más tiempo pasan los jóvenes en las redes sociales, más probabilidades tienen de tener algún tipo de ansiedad.
Sobre la ansiedad que provocan las redes sociales, las tasas de ansiedad y depresión de los jóvenes han aumentado en un 70%, de forma que 4 de cada 5 jóvenes afirman que el uso de las redes sociales hace que su ansiedad empeore. Otra de las causas es que los adolescentes tienden a compararse con otras personas porque están en un proceso de búsqueda personal. Si a esto le sumamos que las redes sociales nos muestran constantemente imágenes, los adolescentes buscan modelos a imitar, por lo que van a encontrar en las redes sociales modelos perfectos que no existen. Con esto me refiero a que hay muchos filtros para vernos más guapos en las fotos, pero tendemos a compararnos con cómo nos vemos con los filtros puestos y sin ellos y nos baja la autoestima. De hecho, se hizo un estudio demostrando que las chicas después de pasar mucho tiempo en Facebook querían cambiar su apariencia, como la cara, el pelo o la piel
Otro factor de riesgo muy importante en las redes sociales es el acoso. 7 de cada 10 adolescentes han experimentado ciberacoso. Las redes sociales dan la facilidad a los acosadores de mantenerse en el anonimato, cosa que sin ellas no era posible. Estos acosan a otras personas ya sea atacándoles verbalmente con amenazas, comentarios publicados en internet, a través de fotos… Mayormente, el ciberacoso se produce entre adolescentes que suelen ser compañeros de escuela, pero no tiene por qué. Este gran problema no se puede permitir porque generan en las víctimas graves problemas de ansiedad y pueden acabar en el suicidio.
En definitiva, las redes sociales son un arma de doble filo, tienen su parte negativa, pero también presenta cosas positivas. Si las utilizamos correctamente nos brindan una comunicación instantánea, nos dan oportunidades laborales, información constante del mundo y ayuda a la denuncia social, entre muchas otras cosas. Mi recomendación es que no os fieis de nada ni nadie que no conozcáis, porque las redes sociales pueden provocarnos daños irreparables.
Por Leyre Tejero Martínez