El tenis es el deporte que más me apasiona, más todavía si cabe ahora de veterano que de chaval, practicándolo, disfrutando también mucho viendo en vivo cuando otros pelean por el triunfo, incluso viéndolo en televisión una vez que te metes en el partido ya no puedes dejar de verlo hasta que termina, siempre te posicionas a favor de un jugador, es inevitable, aunque ninguno de los jugadores sea español ni tengas especial simpatía por uno de ellos, pero siempre hay algo que hace que quieras que gane uno de ellos.
Porque el tenis es un deporte de todo o nada: el héroe gana, el villano hinca la rodilla y pierde. Llama la atención la importancia de los nombres que se le dan a las cosas en el tenis: por ejemplo en el juego de desempate cuando llegas al 6-6 en un set, los ingleses el luego definitivo lo llaman de un modo neutral «tie-break» (romper el empate), pero en España la traducción que se ha hecho ha sido mucho más rotunda: muerte súbita! Con ese nombre a ver quién no echa el resto para ganarlo!
En mi caso me decanté por el tenis como mi deporte estrella porque mis padres y mis cuatro hermanos lo practicaban, yo siendo el pequeño también me aficioné, en casa se respiraba tenis en muchos momentos.
También influyó la admiración a los jugadores del momento, raquetas de madera y después aluminio en mano, nada que ver con los nuevos materiales actuales de grafeno que hace que la pelota salga disparada sin apenas despeinarte….
Recuerdo de niño viendo la tele, hubo un jugador americano de tenis que me llamó mucho la atención porque era tremendamente luchador y competitivo, con los árbitros no tenía precisamente una relación de amistad, de hecho solían acabar enfrentados discutiendo si la pelota había botado dentro o fuera de la pista, cuestión a veces de décimas de milímetro que el ojo humano no puede detectar con seguridad. La palabra de uno contra la del otro, el debate estaba servido. Quizás no fuera ningún buen ejemplo para los espectadores de la época este tipo de discusiones, por lo general muy acaloradas, pero llamaba la atención y hacía que tuvieras interés en seguir sus partidos por si entraban de nuevo a la gresca.
En una de las ocasiones, y lo recuerdo como si fuera ayer, John McEnroe que es nuestro jugador en cuestión, consideró que el árbitro se había equivocado y le había cantado mala una pelota que según el jugador botó tocado en la raya, con lo que en ese caso sería buena. Era un momento importante del partido. La reacción del jugador americano, tan desproporcionada como espectacular, fue increpar al árbitro por su posible error gritándole: «Are you serious??!!» («Me estás tomando el pelo???!!!). Estaba tan convencido el jugador que insistió mucho mucho mucho en que la pelota había sido buena aclamando furioso y desdibujado: «la bola entró!!», frase que impactó y se hizo muy popular, siendo base de numerosos anuncios publicitarios en los que McEnroe aparecía diciendo esa frase, ya con una actitud mucho más simpática, en los contextos más variopintos como en venta de cuchillas de afeitar (afeitado muy apurado) o un anuncio de un vehículo aparcado justo fuera de los límites con lo que, en este caso el agente, le quería multar. El enfado se convirtió en comedia, puro marketing.
Muy diferente a la estética actual, John McEnroe cuidaba mucho su vestimenta, ropa predominantemente blanca, perfectamente planchada, polo metido por dentro del pantalón (eso ya no lo lleva así nadie hace años, camisa ahora todos la llevan por fuera como si fuera obligatorio y miles de colores en ropa y zapatillas, cuantos más mejor) contrastaba con una cara de enfado permanente, melena rizada excesivamente voluminosa, sólo contenida por una sencilla cinta de goma, muy distinta a las modernas bandanas (así se llaman ahora) mucho más estéticas pero seguramente poco más funcionales.
El árbitro manda en la pista pero para McEnroe mandaba más la justicia: gran tensión, el árbitro nunca cambiaba su opinión, no había tecnología ni posibilidad para comprobar si se había equivocado o no. Público muy airado, unos enfadados con el árbitro que no ve bien, otros con el jugador que no asume la decisión del árbitro, al final puro espectáculo más propio de un partido de fútbol o de baseball que de tenis, a priori un deporte silencioso alternado con los aplausos después de cada punto de mérito.
Aquello sólo de verlo generaba adrenalina y emoción, quizás por ese motivo otros muchos como yo empezamos a fijarnos en este deporte y a practicarlo para ver si conseguíamos hacer algo parecido a lo que hacían las estrellas tenísticas del momento como McEnroe, Sampras, Becker…., grandes jugadores que buscaban la red en cuanto tenían la más mínima oportunidad para ganar los puntos.
Actualmente, con la tecnología de Ojo de Halcón, con la que los jugadores pueden reclamar y comprobar la decisión del árbitro por medio de un sistema con 8 cámaras de gran precisión que muestran dónde ha botado la pelota exactamente, ya no hay dudas de si la pelota ha sido buena o no. Si el árbitro se ha equivocado, queda en evidencia tras la comprobación y si acierta se le aplaude. Este moderno sistema ha acabado con los errores arbitrales, pero ya no se podrá ver a otro jugador con el carisma de John, peleando por una decisión justa.
Pero ha dejado huella, que al final es lo importante!
Javier Tena