—Mamá, mañana no vendré a comer. Tengo partido y llegaré tarde.
—Ten cuidado anda, que ya no tienes edad. ¡Y no le grites al árbitro!
Esta conversación no sería tan extraña -nada del otro mundo, diría yo- si no fuera porque mamá tiene setenta y seis años y el hijo deportista hará cincuenta y cuatro. Y es que sí, hoy vamos a hablar del deporte en la madurez.
“Correr cuando se tienen más de cuarenta años no es bueno”, “¡dónde vas, que ya no tienes edad!” o “sólo vais al gimnasio a ligar” serán algunas de las sentencias que tendremos que oír cuando, a una edad ya madurita, decidamos o continuemos haciendo deporte. Por si no fuera poco con la seductora llamada del sofá que nos invita a quedarnos en el salón viendo la tele un ratito más, habrá gente que, con sus comentarios, nos pueda llegar a acomplejar y hacer que renunciemos a iniciar una actividad deportiva.
El “joven” jugador va pensando en estas cosas mientras conduce hasta el lugar donde tendrá lugar el partido. Al poco le parece ver en la puerta de un colegio a unos jóvenes, estos de verdad, que esperan con sus bolsas de deporte apoyadas en el suelo. <<Debe ser aquí>> piensa Jordan. Lo llamaremos Jordan, de Michael Jordan.
Después de cinco minutos de calentamiento ya está asfixiado, pero contento, no recuerda para nada las preocupaciones a las que venía dando vueltas en el coche. Y es que está demostradisimo que la práctica del deporte, y más aún si es al aire libre, libera serotonina que es precisamente esa química que nos recetará el psicólogo si algún día tenemos la mala suerte de caer bajo la nube negra de la desesperanza, sea por el motivo que sea. Y es que motivos puede haber muchos y el exceso de pantallas, la basura digital y una vida sedentaria no harán más que hacerlos más fuertes, más grandes.
Empieza el partido y los pequeños dolores que acarreaba han desaparecido, ese tobillo renqueante ya no duele ni esa espalda que mañana costará doblar al levantarse de la cama. Pero el movimiento es bueno y atrás quedaron aquellos tiempos en los que todas las lesiones, por pequeñas que fueran, se inmovilizaban.
El partido va avanzando y nuestro Jordan particular se puede permitir el lujo de competir a cierto nivel, así que cada partido se convierte en una lucha feroz, “a muerte” con su rival en la cancha y en una hora escasa -no más- todos estarán firmando la paz en la barra del bar con una cerveza en la mano en un ejercicio de capitulación pacífica y festiva y, como no, emplazando al rival a una revancha para el próximo partido donde las espadas volverán a estar en todo lo alto.
Por último, y ya en ese momento de exaltación de la amistad, Jordan se da cuenta de toda la gente que ha conocido a través de la práctica del deporte, algunos serán grandes amigos y otros permanecerán siempre en su memoria. Encontrar un grupo afín con el que liberar ansiedades y compartir afición nos permite afrontar el día a día de una forma más eficiente y más humana.
Ya de vuelta a casa recuerda las tonterías en las que pensaba a la ida cuando sopesaba la posibilidad de dejar el deporte por aquello de la edad y del que dirán y se acuerda de su hermana, una reputada profesional del movimiento en la ribera que ha rotulado en la puerta de su gabinete la frase : “somos energía en movimiento” y piensa que él añadiría que al cesar éste, el movimiento, corremos el riesgo de que la energía se agote, de que la batería se vaya a un mínimo en el que ya sea muy difícil volver a ponernos en marcha.
Ya en el pueblo Jordan pasa a ver a su madre: para que se quede tranquila.
—¿Qué tal el partido hijo?
—Pues hemos perdido pero bueno, nadie se ha hecho daño. Ah, se me olvidaba. Le he gritado al árbitro. Me han vuelto a pitar una técnica.
Y a mí, que me parezco mucho al Jordan de esta historia, no me queda más que animaros, como propósito de año nuevo, a hacer ejercicio. Tengáis la edad que tengáis. A echaros al monte, a calzaros unas zapatillas, en búsqueda de una conexión difícil de encontrar hoy en día y que, en los pueblos, es un poquito más fácil. Oye, y si además se liga…pues eso. José María Gomá Alonso para el Ribereño Digital.