Por María Cañete Usón
En un mundo donde la comida industrializada y los problemas de salud derivados de una mala alimentación son comunes, la búsqueda de una dieta más saludable puede fácilmente derivar en una preocupación desmedida. Las redes sociales y el auge de las tendencias alimentarias «limpias» han contribuido a la proliferación de este trastorno. La exposición constante a imágenes idealizadas de cuerpos y estilos de vida saludables crea una presión, especialmente en individuos propensos a la perfección.
La ortorexia es un trastorno de la conducta alimentaria relativamente reciente en su reconocimiento, se refiere a una obsesión patológica por la comida saludable. Si bien aún no es un diagnóstico oficial en los manuales de clasificación de trastornos mentales, como el DSM-5, la ortorexia está ganando mayor visibilidad debido a sus efectos psicológicos y sociales, que pueden ser igual de graves que otros trastornos alimentarios.
A nivel psicológico, la ortorexia se manifiesta como una preocupación excesiva por la calidad de los alimentos consumidos. Las personas que la padecen desarrollan un patrón rígido y restrictivo en torno a lo que consideran una «alimentación limpia» o «perfecta». Al principio, puede parecer un intento saludable por mejorar la dieta, pero con el tiempo, los pensamientos sobre la comida se vuelven intrusivos, lo que puede generar ansiedad, culpa y auto recriminación cuando no se siguen las reglas alimentarias autoimpuestas.
Este trastorno difiere de otros trastornos alimentarios como la anorexia nerviosa o la bulimia, que se centran principalmente en la cantidad de alimentos o el control del peso corporal. En la ortorexia, el enfoque está en la pureza y la calidad percibida de los alimentos, lo que lleva a una demonización de ciertos grupos alimenticios y a una restricción extrema de la dieta, que puede incluir evitar alimentos procesados, productos con aditivos o cualquier cosa que no se considere «natural».
Además, está estrechamente relacionado con trastornos de ansiedad, obsesivo-compulsivos y de control. Las personas afectadas pueden encontrar en la obsesión por una dieta saludable una forma de sentirse en control en un entorno donde otras áreas de su vida se perciben como caóticas o incontrolables. Esto puede generar una falsa sensación de seguridad y orden, que se refuerza a medida que evitan ciertos alimentos o ritualizan sus hábitos alimenticios.
A medida que las restricciones dietéticas se vuelven más severas, la vida social y las relaciones interpersonales pueden verse afectadas. Las comidas fuera de casa, en eventos familiares o con amigos, pueden generar angustia o ser evitadas, aislando a la persona de su entorno. Esta desconexión social puede aumentar el riesgo de desarrollar trastornos depresivos.
Además, la rigidez mental y el perfeccionismo que acompañan a la ortorexia pueden llevar a una autoevaluación constante y negativa. Las personas suelen sentir culpa y vergüenza cuando no pueden cumplir con sus propios estándares alimenticios, lo que genera un ciclo de restricción aún más severo. Este ciclo perpetúa un estado constante de ansiedad y puede llevar a problemas psicológicos más profundos, como el desarrollo de trastornos obsesivo-compulsivos.