El Ayuntamiento de Pedrola está procediendo al derribo del antiguo colegio Cervantes de la localidad para poder entregar el solar a los propietarios del terreno que ocupa el nuevo colegio, cumpliendo así con la obligación de permutar unos terrenos por otros.
El antiguo colegio estuvo en funcionamiento casi 60 años, desde 1960 a 2019. Según recoge el libro sobre Pedrola escrito por Atanasio Sinués, su construcción comenzó en septiembre de 1958, y el grupo escolar quedó terminado en agosto de 1960, iniciándose las clases en el mes de septiembre. El cerramiento exterior y el acondicionamiento del parque infantil se concluyeron al año siguiente, y la inauguración oficial se celebró el 6 de abril de 1961.
Antonio Morales es el director del actual Colegio Cervantes de Pedrola y fue profesor durante los dos últimos cursos del antiguo centro al que llegó en 2017: “Mi primera impresión no fue la mejor que se podría esperar, ya que era un edificio antiguo y carente de espacios”, recuerda. Sin embargo con el tiempo fue cogiendo cariño al centro por dos razones: “Por el alumnado, al ver su evolución y crecimiento, tanto físico como emocional, que es la parte que más reconforta de nuestro trabajo. Y por el trato con los compañeros y el ambiente de trabajo que era y sigue siendo muy bueno”. Morales señala que con el cambio a un edificio mucho más moderno, con muchísimo espacio y dotado de las últimas tecnologías, “me adapté muy pronto al nuevo centro olvidando, de cierta manera, el antiguo colegio. Pero hace unos días, al ver como lo demolían, algo se movió dentro de mí devolviéndome recuerdos del poco pero intenso tiempo que trabajé allí, y he de decir que sentí bastante tristeza. Siempre recordaré al antiguo colegio Cervantes”.
Manuel Gargallo fue profesor de Educación Física en el colegio Cervantes de 1990 a 1999, los tres últimos años como director. Pedrola fue su primer destino definitivo como maestro: “¡Qué alegría! Para empezar era un pueblo buenísimo, a media hora de Zaragoza. No podía pedir más”, comenta. Se acuerda de que el colegio tenía un pequeño jardín a la entrada: “Mi mejor recuerdo son las rosas de otoño y de primavera que allí crecían. Unos colores preciosos y unos aromas embriagadores. En aquel momento, las aulas, las instalaciones eran suficientes: teníamos un patio de recreo con su foso de arena, porterías y canastas, un gimnasio que en invierno venía muy bien, biblioteca, y antes de irme yo habilitamos una sala de informática”.
En 1999 dejó Pedrola para trabajar en el Departamento de Educación del Gobierno de Aragón: “Me fui con lágrimas en los ojos, tanto por los buenos momentos vividos como por la sensación que me invadía de que en ningún otro destino iba a ser tan feliz como en el colegio Cervantes”. Explica que había tomado la decisión de irse a vivir a Pedrola, pero en aquel momento no decidía solamente él, estaba su mujer y su hija de dos años. Su mujer estaba desde hacía tiempo estudiando oposiciones de Administrativa para el Ayuntamiento de Zaragoza: “Llegamos al acuerdo de que si aprobaba las oposiciones nos quedábamos a vivir en Zaragoza, y si no era así nos trasladaríamos a Pedrola. El destino quiso que aprobara las oposiciones y por lo tanto no nos trasladamos”.
Comenta que los seis primeros años de profesor en Pedrola transcurrieron con un ambiente de colaboración entre la asociación de madres y padres y el ayuntamiento de Pedrola extraordinario: “Tanto es así que me animé a presentar mi candidatura a la dirección del colegio. Tenía ganas e ilusión de llevar a cabo proyectos, iniciativas que fueran más allá de desarrollar el currículum. Y así fue, en septiembre de 1996 empecé mi andadura como director, acompañado de un buen equipo en la Secretaría y la Jefatura de Estudios”.
Manuel Gargallo agradece el trabajo, apoyo e incluso amistad de compañeros y compañeras de Claustro, miembros de la AMPA, alcaldes de Pedrola, concejales de Cultura y de Deportes de las distintas corporaciones, padres y madres de alumnos, empleados de la brigada del Ayuntamiento: “La recompensa a mi trabajo en el colegio la sigo teniendo a día de hoy, ya que cuento con la amistad de algunos vecinos de Pedrola, con los que tuve más relación, con exalumnos que me paran por la calle y se me presentan, y de la mayoría me acuerdo perfectamente. Ese cariño que me manifiestan, bien saben que es recíproco y para mí es una auténtica dosis de vida”.
Sara Cabrejas también fue profesora durante los últimos cursos del antiguo colegio. Pedrola fue su destino definitivo en el curso 2008-2009: “Estaba encantada de que me lo dieran; ya que tengo mi residencia aquí desde el año 2005 y me iba a permitir por fin poder ir a trabajar sin tener que coger el coche obligatoriamente. Además daba la casualidad o no… que estaba embarazada… y ya tenía ganas de una vida personal y laboral más tranquila”. Recuerda que ese mismo curso dejó un puesto de trabajo que le ofrecían por la zona de Ejea de los Caballeros que le encantaba, ayudando con la implantación de los famosos Tablet PC en las aulas como apoyo didáctico, pero “esto implicaba hacer muchos kilómetros semanales por varias localidades de la zona. Lo tuve claro y aunque me costó porque disfrutaba mucho y tenía grandes compañeros y compañeras, primó acercarme a casa por mi familia”.
Reconoce que su primera impresión del colegio antiguo no fue la mejor, pero todo cambió tras conocer a los compañeros, familias y alumnado de ese curso. “Estuve muy a gusto trabajando hasta dar a luz y otros muchos años más… hasta que el cambio por fin llegó. Durante todo ese tiempo, trabajé en aulas de todos los pisos y espacios en Primaria y dando inglés en Infantil. Hasta en el famoso “pisito”, zona adyacente al edificio, que compartíamos con otras personas. El ambiente era bueno y nos veíamos a menudo todos en la sala de profesores. La verdad que la convivencia era más intensa que ahora con mayores espacios en el colegio actual, donde a menudo no te da tiempo de acudir a la sala común y no coincidimos apenas con el profesorado de Infantil”.
Aunque también explica que el colegio antiguo tenía varias carencias que el presente no tiene: “Hemos trabajado con frío cuando el cierzo se colaba por las ventanas de las aulas y la calefacción no funcionaba bien, con humedades, en espacios pequeños para el alumnado y docentes que estábamos. Solo hay que recordar, en especial, el antiguo recreo, en el que los niños y niñas apenas podían correr sin chocarse o las humedades del “pisito” que no eran lo mejor para la salud de nadie”.
Sara Cabrejas no pudo evitar la pena que le causó cuando vio el colegio antiguo “ambientado” para la celebración de Halloween, un pasaje del terror que se montó tras su cierre, y finalmente cuando ya ha sido derribado: “La sensación supongo que se debía al ver que ese lugar ya no podría ser o servir para lo mismo, y que todas las experiencias y momentos vividos tan solo quedaban ya en la memoria. Algo que trataremos de hacer será seguir rememorando momentos con compañeros, familias y alumnado. Es agradable y nos hace compartir y revivir experiencias que más o menos buenas son nuestras y jamás querremos olvidar”.
ADIÓS AL COLEGIO, ADIÓS.
¡Qué de junios durante 27 años habré escuchado esta frase coreada por los chicos y chicas de 6º cuando se despedían de ti!
Hoy, yo también me uno a esa despedida con pena y agradecimiento.
Agradecimiento por tantos momentos vividos y experiencias compartidas durante todos estos años de docencia.
Tú, testigo mudo de tantas ilusiones, esfuerzos recompensados, alegrías y alguna que otra decepción y regañina vividas por tantas generaciones que han pasado por tus muros.
Compañero de viaje desde un lejano septiembre de 1992 donde aquella joven con poca experiencia, algunos miedos y mucha ilusión, comenzó la aventura más apasionante de su vida laboral: educar.
Pero los tiempos cambian; la familia Cervantes creció y ya no pudiste albergarnos a todos.
Y, aunque en estos últimos años, parezca que nos hemos olvidado de ti, estoy segura de que sabrás disculparnos. ¡Quién mejor que tú, referente de la educación en nuestro pueblo, conoce los valores y flaquezas del ser humano!
Cumplida tu misión, me despido de ti, orgullosa y agradecida por compartir contigo una etapa importante de mi vida.
Siempre estarás en mis recuerdos porque la gratitud es la memoria del corazón
“Adiós al colegio, adiós.”
Sara Lafuente, maestra de Religión Católica.