Hace mucho tiempo, tras haber recorrido con un amigo de Madrid el Camino de Santiago desde Logroño en bici, me hice una promesa……recorrer el Camino todos los años…ver Santiago al menos una vez al año.
Bien pues, si bien no siempre he podido realizar la promesa (muy a mi pesar), habré recorrido el camino por partes unas 25 veces, ya sea el francés, el del Ebro o el del Norte, andando, en bici o corriendo. De esta última forma de realizarlo os quiero contar alguna cosilla.
Cierto día se me ocurrió una locura, recorrer corriendo en un día los últimos 113 kilómetros que separan Sarria (Lugo) de Santiago de Compostela (A Coruña). La expresión que más oí a mi alrededor fue “¡estás loco!”. En seguida me puse en marcha con los preparativos.
Debía organizar todo “al dedillo” por que el viaje era bastante largo y, además, una vez empezado, no tendría vuelta atrás.
En primer lugar, elegí las fechas, para intentar evitar la lluvia, (cosa que no pude). Compré los billetes de tren de Zaragoza – Sarria, 10 horas de viaje agotador. Después organicé los albergues. Es conveniente reservarlos antes para asegurarte una cama para descansar. Uno para la llegada a Sarría y otro al finalizar en Santiago de Compostela.
Como la “Odisea” estaba programada para un día de carrera, concreté con una empresa de transporte de mochilas, de tantas que hay, el traslado de mi mochila desde Sarria hasta Santiago, así cuando llegase, tendría mis cosas en el lugar de destino. Y, Por último, y no menos importante, preparar el material personal para que durante la actividad no me faltara de nada.
Mochila de hidratación, pastillas de sales, cortavientos impermeables, gorra, gafas, batería externa, reloj, auriculares, móvil, documentación, dinero, ropa de cambio, etc.…son muchos preparativos que hay que repasar una y otra vez, la ocasión lo merece…
Aún recuerdo la mañana en la que empecé a correr dirección Santiago, cuando unos peregrinos que también se alojaban en el mismo albergue que yo se enteraron de lo que iba a hacer me hicieron fotos, supongo que para ponerme de ejemplo ante sus conocidos de lo que es un “zumbao”. En fin, que comencé a correr como Forrest Gump, con una meta en la cabeza, un objetivo a alcanzar. Tenía una estrategia, para no caer en el intento, pararía a rellenar el agua y comer fruta cada 20 kilómetros, y eso hice. Zancada a zancada iba acercándome cada vez más a mi destino, me sentía vivo, el cansancio que servía como acicate para continuar, “¡no pienso parar!”, he llegado hasta aquí y tengo que continuar.
Cuando mis doloridas piernas entraron en Santiago, tras pasar el rótulo que te avisa de el lugar donde te encuentras, mi corazón se emocionó, “¡me queda poco, venga” !, no podía despistarme ni un segundo, tenía que lograrlo. De repente, con el acompañamiento de la música un gaitero que se encontraba en la puerta de acceso a la Catedral, mi materia prima (mi cuerpo), entró en la gran Plaza del Obradoiro, lo había conseguido, y lloré…sólo eso…LLORÉ. –
FRAN CASTRO
EQUIPO PEDROLA TRAIL