Por María Cañete Usón
Seguro que todos habéis escuchado en vuestra infancia el clásico cuento de Caperucita Roja, donde una dulce niñita ataviada con su capa roja atravesaba el bosque y visitaba a su abuelita, encontrándose al lobo feroz que se disfrazaba de su abuelita para engañarla, aprovechándose así de su ingenuidad.
Pues bien, metafóricamente hablando, en la actualidad decimos que una persona tiene el Síndrome de Caperucita Roja cuando es incapaz de reconocer lo dañina que es una persona dentro de una relación social, y es que dicha persona no es capaz de distinguir al “lobo” de la abuelita.
La persona tóxica suele tener doble cara, pero estas “Caperucitas rojas” no son capaces de verlo, se vinculan con dichas personas y confían en ellos ciegamente. Habitualmente presentan baja autoestima, excesiva inocencia en las relaciones y dependencia emocional, lo que explica esa vinculación dañina con la persona tóxica.