Por María Cañete Usón
Dos años de pandemia mundial nos han dejado muchos conceptos que antes no manejábamos, así como han aflorado distintos síndromes a consecuencia de la misma, el último en estudiarse ha sido el “Síndrome de la cara vacía” (término acuñado por el psicólogo José Antonio Galiani).
Así a primera vista, puede que nos suene a chino, pero si intentamos buscarle la lógica a este término la encontramos, ¿no os ha ocurrido, durante estos dos últimos años, sobre todo cuando la mascarilla era obligatoria también en exteriores, que os la habéis dejado en casa o en el coche y habéis sentido que os falta algo?
El Síndrome de la cara vacía no es ni mucho menos un trastorno ni un diagnóstico ni una patología asociada al COVID (ya tenemos bastantes), sino un efecto que puede surgir ahora, cuando han retirado la obligatoriedad de llevar este complemento de seguridad. Como explica Galiani, algunas personas sufren o van a sufrir cierto miedo al retirarse la mascarilla, sintiéndose completamente desprotegidas, y esto se extiende al ver a personas de su alrededor que tampoco la llevan, en cierto modo, podemos hablar de “ansiedad”.
La recomendación, si eres una de las personas que podrían sentir ese miedo y esa ansiedad al quitarse la mascarilla, es que lo hagas de forma progresiva, es decir, ir quitándotela gradualmente en situaciones donde comiences a sentirte para ir acostumbrándote a esta “novedad”.
Hemos hablado de la desprotección física, pero no olvidemos la desprotección psicológica, y es que la mascarilla ha sido en cierto modo un aliado para algunas personas con problemas de inseguridades, al permitir “esconder” una parte de ellos mismos y de sus emociones detrás de este complemento, escondite que ahora mismo empieza a desvanecerse. La creencia es que este efecto sea más prevalente entre la población adolescente, etapa en la que las inseguridades y la baja autoestima están a flor de piel.