Ahí seguí, en esa cuna tumbado todo el día. Se oían voces y pitidos. Tenía el estómago vacío. Lloré varias horas y nadie me hacía caso. Oscureció.
Mi mamá vino a verme, y hablaba con la señora que estaba junto a mi cuna. Y por fin me trajeron algo de comer. Me lo tomé todo y estaba un poco más aliviado. Mi mamá estuvo un ratito a mi lado hablándome y acariciándome.
Cuando me desperté, volví a tener hambre y a estar asustado, mis papás no estaban conmigo y las siluetas me meneaban pero nadie quería cogerme.
Pensé: «¿Qué esta pasando? ¿Por qué me dejan aquí solo y no me quiere coger nadie?»
Al ponerme tan nervioso, sentí que otra vez mi cuerpo se movía, me retorcía, me dolía, no podía respirar.
«¿Dónde están mis padres? ¿Por qué estoy aquí solo? ¿Por qué me manosean y me pinchan? ¡Me hacen daño! ¿Qué me pasa? ¡Ayuda por favor!»
Pasó la noche y volvió a haber más luz en la sala. Vinieron mis papás. Me hablaban y acariciaban. Los sentía. Escuché sus voces. Me dormí. Y se fueron de nuevo.
Volvieron más tarde. Parecían cansados, como yo.
«¿Por qué no me puedo ir con ellos? ¿Por qué vienen sólo de vez en cuando un ratito?»
Estaba confundido y triste. No sabía si me querían, si se quedarían conmigo mucho rato o poco, o si cuando se iban, volverían de nuevo. No sabía nada…
Lo que no sabía tampoco, es por qué cada vez que me daban un biberón, lo hacía una persona diferente. Sentía que se me pasaban como si fuera una pelota, y me volvían a poner en la cuna. Yo quería estar en los brazos de mi mamá y no en esa cuna fría y dura.
Así pasaron unos cuantos días.
Cuando estaba con mi mamá o mi papá, me sentía muy bien. Me sentía cuidado y protegido. Me relajaba y me dormía disfrutando de su calor y sus mimos.
Luego se tenían que ir y me dejaban en la cuna otra vez. A veces me quedaba como un bendito, y otras lloraba porque no quería que se fueran. No sabía si volverían otra vez. No quería quedarme allí solo y sentir de nuevo ése dolor y esa sensación de ahogo. Sufría.
Vino una silueta, trasteó por mi alrededor, colgó una bolsa sobre mi cuna, y de repente sentí que me dormía profundamente. Me quedé inmóvil, inmerso en un profundo sueño del que era imposible despertar. Mi cuerpo se relajó y mi mente se evadió.
Desaparecí.